domingo, 28 de septiembre de 2008

Telegestor

Trabajo en una gestoría de cobros, pese a lo cual conservo algún sentido del humor y cierta y necesaria capacidad de abstracción. Repito entre 60 y 90 veces al día durante siete horas, con dos entretiempos de 15 minutos y un café con leche, un auricular y chuletas: "Hola, buenas tardes. Pregunto por… le llamo de… es en relación a… que asciende a... Queremos saber si…". Como un mohíno espectador observo el campo visual: un cubículo de madera de 70 x 70 cm., un ordenador centelleante, un botellín, un bolígrafo rojo, un subrayador gris, un montón de folios escritos y en blanco, otro montón de cabezas simétricamente ordenadas, un sobrecogedor gatito con un gorro navideño que uso de pisapapeles. Hablo con abuelas que no escuchan, macarras esquivos de trato, truhanes entrenados, asustadizos, razonables, renegados, solitarios, aburridos, desconfiados, refractarios a las malas noticias, cerrados a la lógica, cabrones, morosos de poca monta... Si mosquea mucho le borro con un tipeo: "No quiere pagar". Y si quiere: "Compromiso de pago". Y si duda: "Contacto útil".
Los primeros días son duros, demasiados datos abruman. "Hay gente que amaga para ir al baño y no regresa", me informan o sugieren. Sopeso la idea a la hora y media, me sobran ganas de mear. "Tú tranquilo, no te comas el coco y dales caña". Psicología. Una voz femenina se alza sobre los murmullos. "Perdone señor, pero le estoy hablando bien... No me falte el respeto… No me grite que le escucho… Bueno, así no podemos seguir… ¡Ah, qué bonito! Pues con la misma herramienta sírvase usted". Cuelga. Silencio. "Me dijo subnormal… ‘No me toques más los cojones y que te den por culo, subnormal’, me dijo el muy gilipollas", se indigna la afectada. "¡Subnormal!", sigue rumiando. Hasta que por ahí descomprimen: "¿Te conoce?"
Un hombre taciturno se desliza como una sombra silenciosa ajena a las bromas. "El mejor gestor es el que mejor negocia", suelta, siguiendo la máxima de Sun Tzu. Otra máxima, ésta es de cantina: "La discusión está ganada de antemano, sólo hay que hacerles entrar en razón, con o sin ella". Un moderador: "Tampoco somos las hermanitas de la caridad". Aforismo de telegestor: "Quien no arriesga un huevo no saca un pollo". En la cantina la gente es afable, locuaz, amiga de reír y de contar jugosos pormenores. Alguien se queja del calor o del frío y sacude el recorte de un artículo de un gratuito: "El 75% riñe con sus compañeros por el aire acondicionado". El descanso se esfuma entre cafés de máquina, cocacolas, bocadillos, bollos, chocolatinas, fritangas, manzanas mutiladas y cucharadas de yogur.
"Último round", campanea un aplicado que sale al ruedo encabezando a imitadores desganados. Hora de volver "al bote", luz verde, llamadas. Giro la cabeza hacia la ventana, la cortina rota, el celeste entre nubes frías y una franja gris irregular, la sierra. Vuelvo al reloj que miente de un modo caprichoso. Al cabo de 60 ó 90 expedientes la cabeza se te embota, los ojos te arden y el sudor te empapa. Medio chicle. Llamo y codifico. Buche de agua. Llamo y codifico. Uno se retoca las cejas. Otra se acomoda el desteñido. El último apaga todo. Bajo los tres pisos. "¿Cuántos compromisos de pago ha hecho?", indaga una mujer andina de mirada esquiva, casi rayana en la apatía. Le suelto una cifra aproximada, y eso la tranquiliza.